Es una cepa universal, lo que quiere decir que, independientemente del clima, suelo o. latitud en que esté plantada, siempre va a ser reconocida (o va a estar determinada) por un denominador común, que se traduce en varias características que le son propias.
Se trata de vinos de excelente color, de taninos estructurados, de buena capacidad de guarda o envejecimiento y que en su madurez pueden lograr complejidades aromáticas y gustativas que pocos vinos alcanzan. Muchas veces se dice de esta variedad que es "austera", pero si ponemos atención, encontraremos notas complejas y sofisticadas, a cassis, ciruelas y pimienta negra.
Del proceso de envejecimiento en madera, mientras tanto, adquiere esas notas a cedro, caja de puros, tabaco, quizás algunas notas achocolatadas y, en algunas latitudes, incluso tonos anizados o mentolados.
Sin embargo, es en la boca donde el Cabernet Sauvignon muestra lo mejor de sí. Es ahí donde nos encontramos con vinos de buen cuerpo, perfilados, largos y persistentes, de buena estructura tánica, que aportan ese grado de astringencia tan característica.
Por todas estas aptitudes es que generalmente asociamos el Cabernet Sauvignon a toda la gama de carnes rojas: cordero, vacuno, carnes de caza en general, así como platos condimentados o de alto contenido proteico.