Se define como maridaje la relación armónica entre el vino y los alimentos que lo acompañan.
Por ejemplo, el vino blanco acompaña bien al pescado, puede decirse entonces que hay un buen maridaje entre los vinos blancos y el pescado.
En general los vinos tintos van bien con las carnes; por ejemplo carnes fuertes como caza o patés y también con quesos curados.
El mundo de la armonía entre vino y comida ha estado regido por reglas que han regulado y encasillado esta materia. Me refiero a esas premisas que hablan, por ejemplo, de la por años indiscutida fidelidad entre pescados y vino blanco. Acompañar un suave pez con un tinto suena a sacrilegio, pero resulta que hoy, con las distintas cepas que tenemos a nuestro alcance, sí existen vinos que pueden acompañar muy armoniosamente combinaciones que antes no resultaban posibles.
La mayoría de las reglas que rigen este maridaje tienen origen en costumbres locales; posiblemente, de acuerdo a la teoría económica de las ventajas comparativas, cada región aprovecha lo mejor que puede los productos naturales que le son propios. Para acompañar éstos no se va a buscar opciones al otro extremo geográfico, sino que se acomodará al bebestible que se tenga más a mano. El choucrout de Alsacia con carnes de cerdo ahumadas, repollos salados y fermentados, papas y embutidos, se ha comido por siglos con Riesling, vino blanco de la zona en cuestión. No es que estas alianzas no tengan lógica; claro que la tienen: las notas minerales y la acidez del vino cortan la grasa de las carnes del plato, sin embargo ese mismo plato se podría acompañar con un tinto, un Merlot joven o un Cabernet Sauvignon.
Los usos y reglas han quedado obsoletos o, han cedido espacio a otras alternativas. A medida que los estilos de vida han ido cambiando, la enología se ha desarrollado, presentando nuevas variedades y nuevos estilos de vinos. La globalización ha acercado todos los rincones del mundo en todo orden de cosas. El público se ha ido sofisticando también y en este nuevo escenario, probar, aventurarse y atreverse a lo nuevo es parte de la energía que provoca la fascinación por el mundo del comer y del beber.